miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Qué queremos los hombres? Continuación al primer ensayo.



Imagino que la mayoría de las personas que lean esta continuación de las teorías de contenido social basadas en mis propias experiencias e impresiones; serán del sexo femenino, por supuesto no voy a excluir a aquellos hombres que gusten de su mismo sexo o quizas, algún otro desorientado que no esté seguro de lo que quiere.

La teoría que relata lo que queremos los hombres tiene necesariamente que ser explicada de forma distinta a la anterior “¿Qué quieren las mujeres?” puesto que supone una serie de postulados mucho menos complejos y por supuesto de menos exigencia. Requiere una comparación inicial, más que una negación de teorías anteriores, como se explicó en el ensayo previo sobre la mujer.

Algunas imágenes comparativas.

La mujer puede hacer muchas cosas para mejorar su imagen cuando se ve al espejo. Puede maquillarse, secarse el cabello o rizarlo, pintarse los labios y las uñas, depilarse, hacerse cualquier cantidad de tratamientos faciales, hacer dietas para adelgazar o engordar, comprar artículos de vestir que hagan que sus atributos resalten y, si no quieren sufrir demasiado con las dietas o los “gadgets”; siempre pueden ir a un cirujano, hoy muy proliferados en el mundo y quitarse o ponerse lo que les plazca, donde les plazca y en la cantidad que les resulte más favorable.

Nosotros los hombres, una vez que vamos al espejo y nos vemos… Ya no hay nada que hacer. 

Por esta razón vamos fuera de nuestro lugar de confort (la casa) y salimos a buscar oficio o a inventar lo primero que se nos ocurra para resaltar en el mundo; no nos importa demasiado cualquier otro resultado en nuestras profesiones, más que los posibles éxitos nos sirvan para atraer mujeres. 

Un hombre es capaz de deprimirse todo un día por la pérdida de un negocio, por un fracaso laboral, por una materia aplazada (en caso del estudiante), situaciones vergonzosas que comprometan su profesionalidad y esta inmensa depresión no es por el hecho en sí; ¿qué diablos importa si mi jefe o mis clientes piensan mal o bien de mí?  

El éxito profesional para el hombre está sobrevalorado, realmente no tiene mucho sentido, estamos felices siempre, no nos importa ni nos damos cuenta del 90% de las cosas que suceden a nuestro alrededor, sólo nos impulsa, nos confunde, nos intriga y nos mueve de nuestros cómodos espacios una cosa: Cada fracaso nos aleja de la posibilidad de conseguir más mujeres.

Es por eso que utilizamos estrategias y tácticas para llegar a nuestro objetivo primordial; no existe ningún hombre que no alardee de sus logros profesionales porque realmente es lo único que podemos hacer, ni siquiera nos agrada demasiado nuestro físico, no es tan delicado, tan perfecto, tan rítmico, insinuante. No tenemos maquillaje, el éxito es nuestro maquillaje; ni hablar de aquellos que quieren convertirse en mujer, han ido un paso más allá, quieren ser lo que no pueden tener. 

Por tanto vivimos y respiramos por obtener éxitos que podamos mostrar a las potenciales candidatas de nuestro amor miserable e inmisericorde. 

Algunos ejemplos: 

La novela Romeo y Julieta no terminó bien, pues la capacidad de declamar poemas no es algo de lo que puedes hacer mucho alarde, al final del día aburre; además podría asegurar que el caballo de Romeo era bien convencional, lo equivalente a un Chevrolet Spark hoy en día.

Algo mucho más actual; en la saga “Crepúsculo” el vampiro/hada madrina Edward Cullen tuvo que ir a arriesgar su vida a Italia para que Bella Swank no se terminara quedando con el tipo que se convertía en lobo. Cullen la trataba bonito y era “misterioso”, sí por supuesto, pero brillar en la oscuridad con escarcha y pasar 200 años en el mismo grado escolar no es algo que te da muchos puntos. Convertirse en Lobo para defenderte cada vez que estas en peligro, avanzar en secundaria a la par, comer cosas normales y no brillar en la oscuridad: Puntos para Jacob.

No podemos pasar por alto el ejemplo típico de Christian Grey; un tipo enfermo sexualmente, con un complejo de Edipo bien retorcido, una cantidad de parejas de las que nadie quiere hablar y con cuarto de tortura en su casa incluido; para lograr estar con Anastacia Steele tuvo que pasar las de Caín, porque el pobrecito se había enamorado. Buscarte en helicóptero: punto para Christian; tener una empresa de desarrollos sustentables, combatir la hambruna y salvar al planeta: Te ama por siempre.

Les puedo asegurar con el último ejemplo que Christian no quería hacer nada de esto, es agotador eso de salvar al mundo; pero tenía que tener algo bueno dentro de esa casa de torturas en la que vivía y con un prontuario de sumisas y parejas sexuales.

Lo que queremos los hombres es sencillo, no tiene ni que enumerarse, como sí tuve que hacer en el caso de la mujer. Queremos cosas que parecen fáciles de conseguir, pero no lo son, sobre todo porque convivimos y nos gusta convivir con nuestro némesis: Las mujeres.

Como dijo alguna vez Jerry Seinfeld: “Nadie quiere construir un puente” los ingenieros lo hacen para mostrarlo a sus parejas; “Nadie quiere ir al espacio” Los astronautas sólo esperan llegar a tierra para decir a sus parejas: “¿Me viste allá arriba?”

Cuando un hombre, en silencio por mucho tiempo, a la pregunta ¿te sucede algo? les responde: “no me pasa nada” parece increíble pero es así; casi nunca nos pasa nada, sólo estamos por ahí, viendo a nuestro alrededor y pensando: “me pregunto si hoy tendré sexo” o en su defecto: “¿Cuánto tiempo pasara antes de que vuelva a tener sexo?” 

Pensamos otras cosas sí, pero no nos importan tanto; nos preocupan las nimiedades y hacemos fáciles adversidades y ¿para qué? Para ser reconocidos como “hombres de éxito”, “hombres seguros”, “hombres valientes”; adjetivos directamente proporcionales al logro del objetivo único y esencial: Ustedes las mujeres.

Entonces ¿Qué quieren? Se preguntarán; pues es muy sencillo: Queremos paz (pues la guerra es otro alarde de nuestra valentía); sinceridad (para salir en búsqueda de otra mujer o de más éxito en caso de que no nos quieran); silencio (cuando no hablamos y respondemos sinceramente que no nos pasa nada); atención y reforzamiento positivo (porque de nada vale el éxito si no es reconocido por nuestro objetivo) y por último y lo más evidente: Sólo queremos mujeres.

Alejandro Suárez Basso.

7 comentarios:

  1. No he leido la primera parte de tu ensayo, pero que bueno esta esto, me haz hecho reir...simplemente porque es cierto

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    1. Gracias amiga! saludos! El ensayo "¿Qué quieren las mujeres? lo puedes leer en este mismo blog, la publicación anterior!

      Alejandro.

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  2. El hecho de que generalices de esa manera a todos los hombres, hace que tu ensayo sea menos válido. Habla siempre en mayorías, no en totalidades.

    Me parece que este ensayo es un aporte o una evidencia a la ya muy avanzada cultura norteamericana: SEX! SEX! SEX! Nada más importa.

    Puede ser que sea así para la gran mayoría que no tiene más aspiraciones en su vida que la siguiente vagina que penetren. Pero no creo que lo deberían usar como identificador de todos los hombres del planeta.

    Saludos

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Me gustaría hacer una enorme encuesta, sobre este ensayo, que lo lean y respondan si es verdad lo que dice o no. Saber que porcentaje de hombres están de acuerdo y cuantos no.
    Aunque eso sería dejarlos en evidencia a muchos, y no creo que todos estén de acuerdo en querer hacerlo.
    Será un propósito para más adelante. Espero tener su aprobación.

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    1. Claro que sí amiga! recuerda los derechos de autor y me envias los resultados! Saludos!

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