Julio Cortázar (1914-1984) fue desde muy joven un
asiduo y puntual escritor de cartas. En ellas, como ocurre con unos
cuantos escritores, se prolonga su obra. No sólo porque en esas cartas
habla de sus escritos —véase en estas páginas los fragmentos que se
refieren a su novela Rayuela, su cuento El perseguidor y a los
cronopios— sino también porque Cortázar, como los surre- alistas, creía
que la distancia entre la vida y la obra debe tender a ser menor.
Aurora Bernárdez —su primera pareja— y Carles Álvarez Garriga tras
un largo trabajo han reunido y ordenado la correspondencia del escritor
argentino desde 1937 —entonces tenía 23 años— hasta el año de su
muerte, 1984. Son más de mil cartas que ocupan cinco tomos que en total
suman más de tres mil páginas. Esta edición, publicada por Alfaguara,
amplía y supera notablemente la que la misma editorial editó en tres
tomos.
Hay quienes opinan que la correspondencia
pertenece al ámbito privado de la persona y no a la vida pública del
escritor. Puede ser. Pero ¿cómo no conmoverse con las líneas que
Cortázar le envía a Bernárdez —just in case— con instrucciones para
disponer de sus papeles y los de su mujer Carol cuando él muera? ¿De dónde salieron los cronopios?
¿De dónde saqué la palabra cronopio? Vamos, Paul, no deberías preguntar
este tipo de cosas. ¿Cómo puedo saberlo? Yo estaba en el Théâtre des
Champs Elysées escuchando música y llegaron los cronopios. Simplemente
llegaron, en cuerpo y alma. La única diferencia con la forma definitiva
es que al principio eran para mí más bien algo parecido a globos verdes y
húmedos. Por eso en “Costumbres de los famas” los califico de esos
objetos verdes y húmedos. Sus características humanas fueron apareciendo
después, a medida que escribía los relatos. Cronus y opus no significan
nada para mí. Me gusta la manera inteligente en que utilizas la posible
explicación. En realidad tu traducción es una nueva historia de
cronopios y de famas, o sea, algo lleno de imaginación y de poesía. Me
explico: Bailar tregua y bailar ala no se puede traducir por “to dance
truce and dance catalán”... Por lo pronto, cartala no quiere decir
catalán... “Buenas salenas cronopio cronopio” no quiere decir nada.
“Salenas” es una palabra inventada, que me gusta porque rima con
“buenas” y el resultado es rítmico y les va bien a los cronopios.
Tendrías que encontrar alguna manera equivalente en inglés... Todo ese
diálogo en “Alegría del cronopio” es un puro nonsense, que en español
tiene valor mágico solamente. Me parece que ese relato es uno de los más
difíciles de traducir, ¿verdad?Carta a Paul Blackburn, Viena, 27 de
marzo de 1959
El examen
Por un lado están todos los poemas que he de agrupar con el título
general de Razones de la cólera y que directa o indirectamente se
refieren a la Argentina, a mí como argentino, al mundo lamentable y
repugnante que me tocó vivir del ‘46 hasta que me mandé mudar en el ‘50.
Son unos veinte poemas, que si puedo publicaré... La otra noticia es
que en México se han entusiasmado con aquella novela que conoces (El
examen) y parece que me la van a pedir para editarla... Aunque ya vieja,
lo mismo me gusta que se publique: será una visión a posteriori del
infierno peronista. Sólo que la gente no creerá que fue escrita antes,
pero supongo que algún amigo escribirá una especie de
prólogo-certificado, jurando solemnemente que leyó los originales en
1950.Carta a Eduardo Jonquières, París, 27 de mayo de 1956 Los cajones privadosQuerida: te escribo esto just in caseNo te preocupes, si de mí depende, pero es mejor prever lo imprevisible.
“En el cuarto de trabajo de Carol hay un classeur con varios cajones.
En los tres o cuatro primeros hay papeles que vos destruirás. Y sobre
todo hay fotos, que sólo vos debes ver y destruir. Muchas fotos de Carol
desnuda, fotos que quiero guardar para mí porque fueron momentos de
amor y belleza. No las destruyas sin mirarlas, porque comprenderás lo
que fueron para ella y para mí. Sólo vos debes verlas, será como si yo
mismo las mirara una vez más. Sobre la chimenea y en los dos placards
hay muchos papeles de Carol que deberían ser también destruidos como
tantos míos en mi cuarto de trabajo. Con ellos vos harás lo que quieras
pero Hortense Chabrier se comprometió a publicarlos en Acropole
(Belfond) y pienso que Saúl [Yurkievich] y vos podrán llevar eso
adelante.
Los papeles de mis ficheros en mi cuarto
quedan a juicio de ustedes. Lo que es entrevistas, críticas y
bibliografía, Saúl los entregará a la Universidad de Poitiers que
archiva mi bibliografía.
En el placard de la
izquierda de Carol, arriba a la derecha, están mis manuscritos, que poco
a poco me va comprando la Univ. de Austin. Saúl se ocupará de ellos.
No te angusties por estas líneas, puesto que pronto podrás olvidarlas
cuando yo vuelva. Entonces seguiremos hablando como la otra noche, y
mirar juntos hacia adelante. Gracias, y hasta muy pronto.
Te beso mucho.
Julio
A Aurora Bernárdez, 10/7/1983, desde Managua
Casa tomada en París
Por cierto que hemos tenido una gran suerte, pues apenas llegados a
París nos fuimos a buscar direcciones para alquilar piezas, y la segunda
que visitamos nos resultó perfecta... Tenemos dos piezas comunicadas,
con sendos ventanales sobre la calle (en la vereda de enfrente está la
casa donde mi muy querido Robert Desnos vivió muchos años). Estamos en
el segundo piso, tenemos “uso de cocina”, inminente ducha y teléfono (la
dueña es una inglesa profesora que no ha terminado de instalarse; toca
Chopin y Fauré, y nos ama y teme a la vez, es decir que nos ama como
inglesa, y nos teme como propietaria francesa, después de todo lo que
han debido decirle sobre los horrores que suceden con la gente que se
mete en la casa y terminan desalojando a los dueños...).Carta a Damián
Bayón, 25 de junio de 1954 Quedarme en París
El gobierno francés acaba de darme una beca para estudiar diez meses en
París, de octubre a julio de 1952... Me he preguntado a mí mismo si en
el fondo lo que estoy buscando es quedarme por siempre en París. Quizá
sí, quizá mi deseo intelectual (yo vivo en realidad allá, usted lo sabe
bien) es un deseo absoluto, que me abarca por completo. Si así fuera
decidiré de mi destino una vez que sea el momento. Mi plan es ahora
aprovechar esta beca, y acercarme un poco más a las fuentes: poesía,
plástica, vida humana, esa entrega que los argentinos negamos y
retaceamos y postergamos siempre.
No quiero
escribir, no quiero estudiar (aunque lo siga haciendo); quiero,
simplemente, ser de verdad; aunque ello me lleve a descubrir que no soy
nada. Cuánto mejor saberlo que seguir esta vida por mensualidades en
Buenos Aires.Carta a Fredi Guthmann y Natacha Czernichowska, Buenos
Aires 26 de julio de 1951
Charlie Parker
Estoy encarnizado con un cuento que acabo de escribir y que me está
dando un trabajo terrible. Su tema es aparentemente muy sencillo: la
vida —y sobre todo la muerte— de un músico de jazz. Concretamente se
trata de Charlie Parker, que murió hace unos meses en circunstancias
bastante horribles. Siempre le tuve mucho cariño, y los datos que pude
reunir sobre su vida me dieron ganas de intentar una “biografía”
ficticia (cambiando incluso el nombre, pero dejando los indicios
suficientes para que todo amateur de jazz se dé en seguida cuenta de que
se trata de Parker). Quiero presentarlo como un caso extremo de
búsqueda, sin que se sepa exactamente en qué consiste esa búsqueda, pues
el primero en no saberlo es él mismo. Ni qué decir que en cierto modo
estoy haciendo una transferencia personal, y que mucho de lo que me
preocupa irá a la cuenta del personaje... (...)
La
Charlie Parker story [“El perseguidor”] sigo creyendo que es la mejor
historia sobre jazz que jamás se haya escrito under the western skies...
El jazz tiene mala suerte en la literatura: estilo Young man with a
horn y otras porquerías. En cambio este cuento es otra cosa...Cartas a
Jean Barnabé, Ginebra, 31 de octubre de 1955 y a Paul Blackburn, París,
18 de diciembre de 1961 ‘Blow Up’ de Antiononi
Antonioni me escribió para decirme que quería filmar “Las babas del
diablo” (Blow up), un cuentecito que, junto con todos los otros, acaba
de salir en italiano. Todo hace suponer que la película se filmará
dentro de dos meses, y que Ponti, el productor, se decidirá a pagarme
suficientes liras como para que yo me digne a firmarle un contrato.
Antonioni me telefoneó antes de que yo me fuera a Teherán a luchar
contra el analfabetismo por cuenta de la Unesco, y me dijo que el cuento
era la cristalización de un tema que andaba buscando desde hacía cinco
años. Yo me quedé sumamente cristalizado al oír semejante afirmación,
pero ya verás qué poco quedará del original en la película. Te lo digo
porque Italo Calvino, que es amigo mío, le escribió una vez un libro a
Antonioni, y cuando llegó el momento de filmarlo, Italo descubrió que lo
único suyo que había quedado era el tucán. Después supo por Monica
Vitti que le gustaba mucho la idea del tucán, y que por eso lo
conservaron. Ya ves que no me hago ilusiones, pero tampoco me importa:
el cine es siempre otra cosa, con sus derechos propios y sus
limitaciones también propias; el que quiera leer mi cuento no tiene más
que abrir el libro...Carta a Manuel Antín y Ponchi Morpurgo,
Viena, 8 de octubre de 1965 Rayuela y el arte de la novela
La verdad, la triste o hermosa verdad, es que cada vez me gustan menos
las novelas, el arte novelesco tal como se lo practica en estos tiempos.
Lo que estoy escribiendo ahora (Rayuela) será (si lo termino alguna
vez) algo así como una antinovela, la tentativa de romper los moldes en
que se petrifica ese género... Lo que yo creo es que la realidad
cotidiana en que creemos vivir es apenas el borde de una fabulosa
realidad reconquistable, y que la novela, como la poesía, el amor y la
acción deben proponerse penetrar en esa realidad. Ahora bien, y esto es
lo importante: para quebrar esa cáscara de costumbres y vida cotidiana,
los instrumentos literarios usuales ya no sirven.
Carta a Jean Barnabé, París, 27 de junio de 1959
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