Hoy no estamos para reflexiones políticas, ni electorales; aunque tampoco quisiera parecer uno de esos escritores existencialistas que citan a Paulo Coelho, me dan alergia esas lecturas de autoayuda; con esto no quiero desvirtuarlo, claro está, si Elvis Crespo tiene un Grammy, Paulo podría ser pronto un Novel de Literatura, quien lo viera tan humilde y ridículamente optimista, en este mundo uno nunca sabe con qué sorpresas vienen las “academias”.
En fin, me salí del tema; volviendo me hago la pregunta: ¿Cómo “caminar hacia adelante” si no sabemos todavía, a ciencia cierta, cuál es la dirección exacta del cacareado “futuro? Es una pregunta que me hago siempre. ¿O será que también se la hace la humanidad entera? Cualquiera que sea el caso, creo que Mafalda dio en el clavo, lo dijo en una frase lapidaria y sin lugar a réplica alguna. La solución para avanzar como seres humanos, como “raza superior” esa de la que nos jactamos pertenecer, aunque a veces a mi particularmente, me da pena ajena; no es otra que (seguro Paulo ya la dijo un montón de veces) “ponerse en los zapatos del otro”.
Porque somos individuos diferentes, aunque parezcamos, vistos de lejos, una gran manada de bolsas sin rumbo y que además nos da por parecer inteligentes; por lo que apostaría que si existen seres en otros planetas estarían muertos de la risa con las locuras que se ven aquí minuto a minuto. Somos cada uno infinitamente distinto al otro; en esencia, pensamiento, situación y acción. La sola empatía y capacidad que casi nadie tiene (sin temor a equivocarme), de ponerse realmente en los zapatos del otro, es la salida a toda la gama de conflictos que existen en las sociedades, que comienzan desde lo más pequeño, los individuos, las familias, las comunidades y hacia arriba todas las formas colectivas que terminan en grandes países, grandes corporaciones o grandes instituciones que interactúan entre sí.
Si comenzamos por lo más pequeño, desde las relaciones uno a uno, a tener conciencia de que hay un mundo dentro de cada persona, que no sólo tienen también problemas tanto o más graves que los nuestros, sino que ayudándonos mutuamente podemos resolver los conflictos de una manera pacífica, efectiva, a tiempo y sin mayores dificultades que las que el mismo problema traiga consigo; podremos al fin evolucionar. A veces te comprendo Marx, aunque creo que de tanto pensar te fuiste mucho más lejos y terminaste inventando un sistema de organización que se cae por su propio peso; pero está bien Karl, te entiendo la idea, a veces te la compro; sin embargo creo, en mi pesimismo infinito pero con una carga de información y experiencia suficiente como para probarle mi punto a quien lo requiera; que deben pasar al menos mil años más de guerras y generaciones muertas de tristeza; para que el ser humano logre tomar una vía solidaria, que se traduzca en pensar en el prójimo, en no hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran; una enseñanza que Jesús, el visionario de la iglesia, lanzó hace dos mil años quizás dándose cuenta de que harían falta unos tres mil, para que alguien lo tomara en cuenta realmente, siglos y milenios sufridos, de tragedias y adversidades que el mismo ser humano crea, por no saber que a su lado tiene un potencial amigo y no un acérrimo enemigo.
Aquí termino mi reflexión de hoy porque a veces no hay que hablar mucho, sobre todo en temas como estos. No hagamos difícil lo sencillo, entendamos que el otro, el par, el ser humano que tenemos al frente, puede ser un gran aliado para construir un mapa que nos lleve a todos en una misma dirección, el progreso.
Alejandro Suárez Basso.
No soy fan de Paulo Coelho.
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