Nuestro Amor es de tiempos antiguos;
así como el de los cortesanos… hipnotizados por su dama prohibida.
La lujuria queda atrás cada vez que nos besamos,
volamos por todo lo alto, tocando la divinidad,
haciendo el amor real, verdadero e inmenso,
imposible para muchos que no se dejan llevar,
que todo lo manipulan, con vanidad y sin escrúpulos…
que creen en supuestas glorias, frívolas y pasajeras.
Mi gloria es otra, eres tú, amada mía…
Mi desenfrenada locura, que me lleva al precipicio,
al que salto sin mirar atrás,
porque sé que allí estás, paciente, hermosa, desnuda,
dejando que tu piel se luzca, como terciopelo fino,
esperando solo a que acaricie tu rostro.
¡Pobre de mí!, siempre digo… por no ser digno de tanto,
sin embargo tengo suerte de que me hayas encontrado...
la suerte de un vagabundo, que finalmente fallece y al despertar florecen,
las rosas del firmamento;
rojas, llenas de furor, de infinita grandeza,
así como tu belleza, cada vez más imponente…
Mi demencia por tus labios, me hace perder la calma,
te entrego sin más mi alma y mi cuerpo desgarrado,
por las heridas de siempre, cicatrices del pasado.
Amor tan consecuente, tan real, tan inocente,
divino, tierno e ingenuo, sin trampas ni conjeturas,
tan sólo nuestras figuras bajo la lluvia nocturna,
haciendo un ritual sagrado, llegando hasta la locura
de esta pasión inclemente…
Alejandro Suárez Basso.
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