lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Todo o Nada?

El dilema del Servidor Público

“La política es una profesión ingrata, sobre todo en Venezuela” decía mi padre en una de nuestras tantas conversaciones nocturnas, varias veces diputado en el antiguo Congreso de la República, hoy Asamblea Nacional. Lo decía con un dejo de sabiduría consagrada, a sus 69 años, de sana melancolía, pero de mucha fortaleza espiritual y mental. Yo recuerdo mis pensamientos mientras charlábamos, infinitos y variables, como quien trata de leer fugazmente un pizarrón o un tablero de esos que indican los vuelos, las líneas y las horas en un aeropuerto cualquiera. No sabía si con estas charlas estaría tratando de convencerme de no entrar en la política, porque cuando emitía juicios de valor sobre la profesión, sobre el oficio, como bien podría llamársele, de manera casi inmediata, sutil y con una certeza tremenda, se erigía entre las palabras de desaliento un argumento perfecto para recuperar la fuerza y la entereza de quien toda su vida se había dedicado a servir a los demás, como si se tratara de un empedernido ignaciano, aunque mi padre nunca fuese muy recurrente en las iglesias católicas, o de ninguna otra religión.

Es aquí donde convergen mis criterios sobre el papel de los ciudadanos que quieren dedicarse a la política. Debes preguntarte siempre, ¿para qué estoy entrando yo en este mundo?, ¿cuál es mi labor? ¿Es el mundo al que pertenezco? Resulta paradójico que la política se vea como “otro mundo” cuando representa la parte “pública” de las sociedades, con lo que podría yo concluir fácilmente, que no hay política sin mundo ni viceversa. Creo que hay elementos esenciales que deben considerarse al entrar en la política, para ello no tiene uno que leerse Aristóteles ni revisar demasiado los diálogos de Sócrates, tampoco habría que ir a la biblia, si eres un religioso, para ver la clase magistral del apóstol Pablo en sus viajes a Tesalónica, Filipos y Berea, la “cuna de la civilización” Grecia, cuando al llegar a Atenas habló a los más incrédulos y escépticos estoicos y epicúreos sobre sus creencias y su doctrina, en un tiempo en el que la filosofía de moda era no creer en nada ni en nadie más que en las propias capacidades del individuo y la sumisión a un final que no tendría más que oscuridad y desolación y, convenció casi en minutos, a aquellos que se consideraban intelectuales. Mucho menos la época de Bolívar o Miranda, padres de la república en nuestro continente; nada de esto habría que analizar. El punto clave es interno, intrínseco, reflexivo y sobre todo, mirar el presente, contemplar las enseñanzas del pasado y proyectar nuestra mente al futuro, como bien lo dijo Winston Churchill, a quien me atrevo a parafrasear: pensar en las próximas generaciones, antes que en las próximas elecciones.

Hoy en día, el rol del ciudadano dedicado a la política, (no utilizaré el término “político” porque resulta a los ojos del colectivo algo antipático y hasta esnobista), es cosa contraria a sentarse en un escritorio de caoba a vanagloriarse por las placas guindadas en paredes del patrimonio nacional convertidas en oficinas privadas dedicadas al negocio individual sumamente lucrativo y carente de cualquier tipo de moral, ética y transparencia, apoyándonos en la premisa fundamental de que los fondos públicos son precisamente eso, públicos, de todos y no del administrador de turno, transformado en una metamorfosis digna del libro de Kafka en cada periodo de mandato en usurpador, expropiador y cómplice de la “idiosincrasia” que el venezolano cómodamente adopta como suya, para evitar ser señalado por su grupo social inmediato como “bolsa”. Es otra cosa hoy, otra historia, cambiamos de escenario y de protagonista y los que tienen que mostrar el camino son los que siempre se sintieron y posiblemente fueron ignorados por los partidos políticos, los ciudadanos.

Aquí adelanto lo que debe ser un ciudadano en la política, nada más que un Servidor Público; no en el concepto vago y simplista que se expone en las leyes venezolanas para los empleados públicos, entiéndase bien; SERVICIO en toda su expresión, ofrecer nuestras capacidades a los demás, al beneficio del colectivo, que al final se traducirá siempre en beneficio para todos y no para uno sólo; porque al final de cuentas, lo dijo ya Joaquín Lavado en forma de pregunta para la reflexión “¿Pensaron alguna vez que si no fuera por Todos, nadie sería nada?”. Somos lo que la sociedad reconoce de nosotros, somos parte de un conglomerado de vidas que se unen para constituir una fuente inagotable de recursos, ideas, proyectos, logros y fracasos, somos constructores de futuro y canales de comunicación para que todas las metas de progreso se lleven a cabo.

Photobucket

“Curioso, uno cierra los ojos y el mundo desaparece” Joaquín Lavado.

La política es un “encuentro”, como decía el presidente del IESA en la sesión inaugural del programa “Lidera”; refiriéndose a la consolidación de redes. Pero tenemos que verlo como algo real, en todo su significado; no es encontrarse para aprovecharse, como nómadas depredadores, no es un mal llamado “encuentro” como el de los españoles y los indígenas en 1492, que termina siendo como lo dijo José Ignacio Cabrujas, una historia de un sólo lado, dicho esto sin intenciones de recrear resentimiento alguno en mi persona, ya que como Cabrujas, tengo más antepasados que iban en el barco que los anónimos que lo divisaron cuando Rodrigo de Triana gritó “Tierra”, cito al autor de nuevo: “sólo de eso se trataba, “Tierra”, ni siquiera un saludo de cortesía… a aquel aborigen que a lo mejor montaba guardia sobre alguna elevación de arena…”. El encuentro del que hablo es de verdad, de acuerdo y entendimiento, de reunión, consolidación, que funde las bases para una relación fructífera entre los individuos.

El Servidor Público entendido como el que ejerce la profesión más noble del mundo, dedicada al fortalecimiento de las instituciones, las redes entre las personas, las comunidades autosuficientes, las empresas sólidas y consecuentes, con compromiso social y con alto rendimiento, la descentralización, la eliminación de la burocracia de estado y de la empresa privada (que existe en ambos lados hoy en día); debe considerar como protagonistas ÚNICOS y principales a aquellos que confían en él o ella para el puesto que se han querido dar en la sociedad por convicción y por amor al prójimo, toda vez que hayan internalizado su compromiso real con el colectivo y no con sus pretensiones individuales. No hay líder sin seguidores, no existe un liderazgo real si no proviene única y directamente de los que quieren ser dirigidos, esto es una premisa fundamental que cualquier ciudadano que quiera ejercer la política como Servicio Público, debe tomar en cuenta; tenemos que inferir de todo lo dicho anteriormente, que la política ha cambiado, ha cambiado para mejor, o ha vuelto a lo que debió ser su esencia, se ha convertido en una nueva forma de ver el mundo y de buscar soluciones en conjunto a los problemas que atañen al colectivo, la única forma de progreso es el trabajo en equipo, la integración del individuo con la sociedad y consigo mismo, con sus aspiraciones y sus principios, un hombre dividido contra sí mismo no puede progresar y no podrá integrarse con otros; ya sea para fines a corto, mediano o largo plazo, debe mantenerse la visión de que los protagonistas son los mismos ciudadanos que han confiado en figuras de liderazgo para que los representen y constituyan los canales fundamentales de comunicación y enlace entre instituciones públicas, privadas y comunales, en pro de la consecución de un desarrollo que emerge desde lo individual hacia lo colectivo. Al final después de tantas conversaciones con mi padre al respecto y de preferir en primera instancia ser empresario, he determinado que la política es nobleza, es humildad y es acción social, así que si lo veo bien, ha logrado su cometido de convencerme de que las cosas se cambian desde adentro y aunque la cara de la ingratitud se muestre, siempre se tendrá la satisfacción de que vamos por buen camino y estamos haciendo lo correcto, para nosotros, nuestros hijos y las próximas generaciones. Recordemos las frases tanto de Joaquín Lavado, como de José Ignacio Cabrujas, dejándoles una reflexión final sobre el primer autor, resulta curioso que la frase del “Todo o Nada” surja del carácter de una pequeña niña, humilde y sencilla pero rebelde y contestataría…

Bueno, pensándolo bien… Quizás no resulta tan curioso.

Photobucket

Alejandro Suárez Basso.

Derechos de las imágenes reservados a Joaquín Lavado.